1) la sopa de ajo que, lo juro, me acuerdo, preparaba mi abuelo Joaquín para que compartiéramos (y mi abuelo era muy exquisito a la hora de decidir con quién compartía sus tesoros culinarios)
2) los pimientos asados que algunas veces todavía prepara mi padre (y que hacen que toda la casa huela a gloria)
3) El cordero asado de cada Nochebuena de mi abuela Auri.
4) La tarta de queso que mi hermana Carola me regaló por mi 32 cumpleaños (golosinería pura y trillones de calorías en cada cucharada)
5) El plato de Thiebou-djen que compartimos en un garito de Dakar.
6) Cualquiera de los millones de sabores de helado que uno encuentra en Santini (Cascais).
7) El tiramisú más rico del mundo que comí en Venecia.
8) Los spaguetti allo scoglio del bareto de la curva de San Vitto (Abbruzzo), un reducto escapado de una peli de Vittorio de Sicca.
9) La pizza del chiringuito playero de Vieste (Puggia): pizza con vistas a las olas de una cala maravillosa...
10) Cualquier plato de la carta de aquel restaurantito etíope que descubrimos hace tanto en el Upper East Side, a la altura de la 86th ¡cuántos recuerdos!
11) La hamburguesas de McHales (que ya no existe), los sandwitches de Katz´s Deli, el bagel con whitefishsalad y la tarta de trufa de Zabar´s.
12) El bocata de calamares de la Plaza Mayor
13) Por los creppes que algún domingo preparaban para el desayuno Marianne y Jeremie.
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