- Queen Love of my live, de Freddy Mercury, pero cantada a capella, en una noche de apagón y lluvia en Oussouye (Cassamance), entre caracoles gigantes y el arrullo de las linternas de dinamo, por un amigo senegalés de voz inverosímil y timidez mayúscula.
- Little Boy in Corduroy, de Donovan (aunque no sé si es una balada, decidme vosotros) que me recuerda el camino desde la 63th West hasta la parada de metro de la línea amarilla de la 57th, en Manhattan, y que resume, de alguna manera, uno de los periodos más bonitos de mi vida.
- Te doy una canción, de Silvio Rodríguez, que me trae a la memoria un verano de lo más despistado y divertido, días de sol desde un colchón en un balcón de la calle Argumosa, noches de jarana y más jarana, amigos y una maravillosa sensación de que el verano aquel no iba a terminar nunca.
- Mon dieu, de Edith Piaf. Porque cuando estoy triste, triste, triste, siempre me acuerdo de esta canción de que escuché por primera vez en clase de francés. Para mí, sintetiza el abismo de cualquier pérdida y el desconsuelo y el ser incapaz de asimilar un batacazo, de una manera tremenda. (En los momentos de más tristeza a veces también me acuerdo de Los Heraldos Negros de César Vallejo)
- Via, via, de Paolo Conte, que esconde entre el albornoz azul el secreto de por qué me enamoré tan absolutamente de la persona de quien sigo enamorada. It´s wonderful, it´s wonderful it´s wonderful good bye my baby... It´s wonderful it´s wonderful, it´s wonderful, i´ll dream of you... chips, chips, dubidubiduuu
Buenas recomendaciones. Ahora falta el post sobre canciones alegres que te llenan de energía.
ResponderEliminarSiempre aprendo algo nuevo de tus selecciones musicales.
ResponderEliminarYo, de la de Queen ya estaba enamorada. Ahora más...