3 de noviembre de 2010

por los cosechadores de flechazos

Los hay rompecorazones, generadores de suspiros, carne de 'gruppies', hombres altamente enamorables.
No es condición necesaria ni suficiente que sean guapos, pero ayuda, claro.

Los hay canallas -mis favoritos-, buenazos, barbudos y repeinados, moteros y gafapásticos, tíos duros y románticos, Casanovas y Clark Kents, los irredentos a los que querrías redimir y los cachopanes que querrías que cuidaran a tus hijos.

Son todos aquellos seductores que te recuerdan al malo-de-la-clase que te miraba de soslayo con sonrisa de pícaro desde el otro lado del aula (en mi caso, quería mis apuntes), al profe de filosofía por el que suspirabas en el recreo (quizás le había recomendado mis apuntes al pellero), al compañero de curro con el que soñabas encontrarte en el ascensor, al guaperas de las primeras discotecas, al actor del que te enamoraste ineluctablemente desde la butaca del cine (territorio altamente proclive al delirio amatorio).

Últimamente, he esbozado una lista de donjuanes contemporáneos, he fichado un ramillete de macizos y brindo alegremente por ellos en este blog (con permiso de mi donjuán particular que, él lo sabe muy bien, es el más guapo de todos ellos y, además, toca la guitarra)

Eso nos conduce al primer gremio: los músicos. ¿no ligan, estadísticamente más, los guitarristas, pianistas y bateristas que cualquier otro simple mortal? Después del último concierto de Michael Bublé en el Palacio de los Deportes de Madrid, y aunque siempre pensé que este italocanadiense rubiales no era mi tipo (me daba un aire rechonchillo e impostado), debo, rotundamente, desdecirme.
El nieto espiritual de Bobby Darin, el pupilo aventajado de Sinatra -y Michael Jackson- no sólo tiene un vozarrón, sino que más salao no puede ser. Por simpático, por bromista, por romántico empedernido y por cómo se deslizaba por el escenario, me sumerjo en su club de fans. Michael, I haven´t met you yet. Mis disculpas.



Segundo gremio: los actores.
Siempre he sentido debilidad particular por los intérpretes franceses, de Daniel Auteuil a Louis Garrel, de Alain Delon a Vicent Cassel.
Al que dedico este panegírico no es el tío más guapo de la tierra, pero tiene tres cosas imprescindibles para que un flechazo pueda convertirse en amor incondicional y verdadero. Bonita voz, bonitas manos y nariz importante (se suma, como plus, la barba desaliñada de un par de días). Por su encantador papel de rompecorazones en esa joyita de comedia que es "L'Arnacoeur", por lo bien que le sienta el esmoquin blanco y porque ya le había echado yo el ojo en "L'Auberge Espagnole" y "Las muñecas rusas", Romain Duris acaba entrar en mi selecto club particular de seductores. Mon plaisir.

Tercer gremio: los vampiros. Cierto, son actores (por más que sean guapos a rabiar y morder, no son mi tipo ni el entontolinao y jamesdeanesiano Robert Pattison en su papel de Edward Cullen ni el mucho más interesante Stephen Moyer), pero en este caso en concreto ¿quién conocía a Alexander Skarsgard -la a lleva un redondelito que no sé reproducir-, ese espectacular muchacho sueco de facciones perfectas y notables capacidades actorales, antes de convertirse en el altamente deseable Eric Northman de True Blood? ¿Quién puede recordarlo lejos de los delantalitos de camarera de Sookie, en impar sin su inseparable Samantha? Yo no. Así que Alex es un vampiro en mi listado y en mi corazón. Y así me gusta (apréciese, por favor, el plus de la barba de tres días, si bien primorosamente recortada, en la foto)

Y cuarto gremio: Escritores. En su caso la seducción puede empezar antes de reconocer su faz en la contraportada, es más, suele iniciarse como un conjuro susurrado al hilo de sus conmovedoras, desternillantes o catárticas historias. Es lo que me pasa con escritores objetivamente atractivos como Carlos Fuertes, Mario Vargas Llosa, Fréderic Beigbeder o Paul Auster (quizás no tan impepinablemente seductores de no haber leído su maravillosa literatura) pero también con otros que, sin duda, no lo son tanto como a mí me lo parecen. Pongo por caso el del orfebre de historias que es Pedro Zarraluki, con su deliciosa "Todo eso que tanto nos gusta" o ese chico con cara de hambre y susto, con ese chavalín con pinta de empollón que es David Trueba (desde su desternillante "Abierto toda la noche" hasta "Saber Perder") o el seductérrimo Hector Abad Faciolince.

mmm. me estoy dando cuenta de que me estoy embalando, de que no son pocos los rompecorazones. Quizás debería inaugurar un blog alternativo sólo para ellos, tan guapos, tan fornidos, tan brillantes, tan encantadores...

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