11 de noviembre de 2011

Por 'The Gentlewoman'

Creía que Monocle era mi revista favorita en absoluto.
Podría haber sido derrocada por un reciente descubrimiento hemerográfico que, como en el caso de la sagaz y flemática revista del monóculo, también viene de la nebulosa Londres.
El otro día, después de una reunión editorial en una de las oficinas más bonitas que conozco (la de Gap´s: un día dedicaré un post a los ascensores antiguos y la fascinación que ejercen) me dio pereza volver a comer a casa. Eran casi las cuatro y últimamente tampoco es que tenga el estómago muy allá.
Recordé un pequeño reducto que, a finales de verano, me habían descubierto Lucía, Marmo y Charo.
Como entonces sólo estuvimos en su terracita no intuía el paraíso para hemerófagos que incluye el muy pizpireto espacio de Magasand (c/ Columela, 4, tienen otro establecimiento en Chueca, en la travesía de San Marcos)
Magasand es una obligación para los amantes de la comida sana y rica (absolutamente memorable su crema de guisantes -y eso que la pedí confundida creyendo que era de calabacín porque yo soy de esas personas que no ven ninguna gracia un guisante).
Para cazadores de revistas desconocidas (diseño, lifestyle, fotografía, moda...), Magasand es una cueva de los tesoros.
Con sus mesas alargadas, con sus flexos, sus estantes llenos de promesas, con su barra, sus zumos riquísimos, su tarta de queso (me llevé una porción para Mirko)... es un sitio al que hay que ir.
Mientras paladeaba mi deliciosa crema de guisantes (de un tamaño suficiente para almorzar) y la acompañaba de una jugosa ensalada de garbanzos (al final me puse morada), descubrí la revista a la que dedico este post, Gentlewoman, que empecé a leer 'in situ' y decidí comprar para seguir leyendo en casa.

Con su elegante estética vintage, Gentlewoman, que tiene una periodicidad bianual y aquí en Madrid cuesta siete eurillos del ala, te hace recuperar la fe en la posibilidad de una revista femenina inteligente, astuta, bien hecha, con secciones típicas de revista femenina (que si moda, que si belleza) pero, también, con fabulosas entrevistas y con una forma de presentar la información que es tan audaz como mordaz.

La que dedican a su chica de portada de este invierno, la muy bella actriz británica Olivia Williams, es fabulosa. La de Jennifer Egan (tengo que leer alguna de sus novelas ya), muy recomendable. La que recoge los trucos para ser la anfitriona perfecta de Chantelle Nicholson, genial.
Su editorial de moda sobre estampados (las únicas páginas a color de la revista) es memorables y su índice en torno al concepto de Modernidad (Modern Metamorphosis, Modern Casting, Modern Dealing, Modern Hosting, Modern Giving...)

Y luego hay publicidad, claro, pero no molesta en medio de la revista o de la lectura.

Me pasa con Gentlewoman que me descubre a mujeres de las que quiero saber más, que me da ganas de leer más libros y no sólo de comprar más cosas.

Os la recomiendo. Es, como aseguran en su última portada, absolutamente, 'lovely'.
A ver si mañana me hago otra escapada a Magasand, a ver si hago algún otro gran descubrimiento.

30 de octubre de 2011

Por Intermezzo

Hacía una vida que no íbamos a desayunar a uno de mis bares de barrio favoritos, Intermezzo, pero este sábado nos hemos regalado una de esas mañanas indolentes a la vera del periódico, del muy estulto y aún así irresistible suplemento femenino, del bizcocho casero y el zumo de naranja.

Lo mejor de Intermezzo no es el bizcocho de yogurt, tan gordo y esponjoso que hay que cortarlo en transversal para llevárselo a la boca, como si fuera el pan de un bocata. Tampoco las rosquillas de anís que siempre pedimos como propina, ni siquiera el zumo de naranja recién exprimido.

 Lo mejor no es el chucho milenario y despeinado que recorre los bajos de las mesas con su cara triste ni la camarera con físico de hormiguita hacendosa y voz aniñada. Lo mejor no es que no haya apenas nadie a estas 11 del sábado recién estrenado.

Para mí, lo mejor es el ventanal enorme que se asoma al Auditorio Nacional, a los edificios de Príncipe de Vergara y las pistas de baloncesto. Eso, y la sensación de estar asomado al mundo de posibilidades infinitas del fin de semana, el horizonte abierto y despejado y sereno de las mañanas de sábado junto al café con leche...

13 de octubre de 2011

Por mis alumnos, cuando son buenos

No es que lo sean siempre, ni siquiera a menudo, pero a veces pasa que mis estudiantes (he cambiado de curro y estoy dando clases en la universidad) me sorprenden, qué leches, me dejan con la boca abierta.

Hace una semana, más o menos, les pedí que inventaran y grabaran un vídeo, un spot, como si estuvieran trabajando para la Oficina de Turismo de Madrid.
Como son estudiantes de segundo, sólo, que no me tienen ni 20 añitos de nada, les pedía nada más que buscasen -en grupos- estereotipos de otra ciudad en Madrid, que persiguiesen el sabor de otras capitales, las texturas, los aromas, las gentes, los rincones... en la nuestra.

Como eso de que son nativos tecnológicos es más verdad que que yo soy rubia, les pedía un vídeo editado: 30 segundos mínimo para decir que Madrid tiene un color especial y es el color de muchos sitios. La campaña quería subrayar el carácter cosmopolita y universal de nuestra muy requetepolifacética urbe y para ello cada equipo iba a salir a la caza de esos sabores y aderezos que, todos juntos, saben a Madrid, que si Beijing, que si Bogotá, que si Nueva Delhi, que si Tokyo...

Tengo un montón de Erasmus en clase y muchos estudiantes que, aunque españoles, se han hecho madrileños de adopción universitaria. Así que quería, básicamente, que guiris y naturales y despistados descubrieran un poco y que amasen más el lugar en que viven. Y como siempre les pido a mis alumnos que en cada grupo haya un internacional, pues quería que los sacasen de paseo, que se fueran juntos a explorar su tierra en busca de alusiones de otras, que se tomaran unas cañas, vaya, que eso siempre inspira.
Como son estudiantes de Pensamiento Creativo, y llevamos apenas tres semanas de clase me esperaba cualquier chapuza (no, en realidad no, en el fondo de mi corazoncito de profe, no, pero estaba mentalizada para rebajar las expectativas). Algún excompi del mundo real, el del oficio, me lo advirtió, 'verás qué cagadas'. Y es que hay veces que los estudiantes son de una vagancia ultraterrena.

Pero resulta que se lo han currado, y que me han presentado cosas como ésta.



 Así que, henchida de orgullo pedagógico, brindo por ellos






11 de octubre de 2011

Por Eric

El el Día de debajo de mi casa -y con este inicio sabéis que voy a hablar de uno de mis temas en absoluto favoritos y que el tema bien justifica mi regreso a este blog- en mi Día, decía, alguien ha decidido incluir una portentosa innovación, y no es broma.
En un encendido canto a la igualdad de oportunidades, ha aparecido Eric, el nuevo cajero. Y vale que no es 'el hombre Cocacolalight' del anuncio de los 80, pero Eric bien se merece un brindis.
Que no, que no está cachas. Si Hannah Barbera hubiera tenido algún modelo humano a la hora de dibujar al impertérrito compañero de Scoobie Doo, ése hubiera sido Eric. Apolíneo, enjuto y larguirucho, con una pose que yo denominaría como junquiforme (permítase el neologismo) Eric -que no se llama Eric pero no sé cómo se llama- presume de un fabuloso peinado juglaresco y una inverosímil tonalidad naranja en su muy poblada cabellera. Descolgado en su bata roja, con su aire despistado, Eric sonríe siempre, de continuo y se entretiene sin pudor con las abuelitas mañaneras que bajan a la compra acompañadas de sus nietos huidos de la guardería (ahora he cambiado de trabajo y puedo permitirme otras observaciones). Eric se pone a jugar con ellos y los kinder sorpresa de al lado de la caja y se queda tan pancho. Son los pequeños placeres de poder hacer la compra a la hora 'cocacola light', las 11.30 de la mañana.
Soy del todo incapaz de calcular la edad del nuevo 'chico Día', menos de 30 diría en un vistazo... pero pudiera ser que Eric, con su porte de hijosdalgo y su mirada quijotesca, estuviera más entrado en años que en carnes.
Y luego está su voz, una maravillosa voz asincopada y bronca que de nuevo recuerda los dibujos animados estadounidenses.
No, no está mazas; no, no es un buenorro que alegre la vista a las abuelillas... pero supone una fascinante novedad en el vecindario.
Por lo demás, ha venido con una nueva compañera, y es que la vigorosa y dicharachera cajera de enfrente también se incorpora a la plantilla desde hace nada. Otro día os cuento cómo es ella porque, de momento, tampoco sé su nombre. Sólo doy fe de una cosa: sus pendientes son los más desorbitados, coloridos y rotundos, no digo del edificio, sino del barrio entero.
Brindo también por ellos.

6 de julio de 2011

El metro de los cisnes

El encargado de seguridad de mi estación de metro está locamente enamorado de Natalie Portman.
Desde que, a principios de febrero, colgaron en la marquesina más estratégica de la estación su bellísima estirpe emplumada, anunciando su descenso cinematrográfico a los infiernos de la locura y el ballet clásico, se puede ver a  nuestro segurata deambulando, a menudo, delante del cartel, compartiendo a veces el aire un poco enajenado de la dulce -y torturada- bailarina blanquinegra.
Con su uniforme, a mí me hace pensar un poco en el soldadito de plomo del cuento de Andersen.
El caso es que no ha permitido que el cartel se quite.
Han pasado muchísimos estrenos: Bienvenidos al Sur, Potiche, Aguila Roja, Perdona, pero quiero casarme contigo. Pelis americanas, francesas, iraníes, españoladas, italianas.. de animación, bélicas, westerns...
A otras marquesinas (otras con vistas menos directas al refugio de nuestro atribulado guarda ) se han asomado Caperucita Roja, Gnomeo y Julieta, los piratas del Caribe, los transformers o un oso panda gigante con cinturón de judoka.
Ni Cameron Diaz -en modo profe con mala leche- ha podido destronar la dulce carita de muñeca rota de la Portman transmutada en cisne negro.
Nuestro guarda está enamorado.

Sólo temo que empiece la temporada de estrenos de pelis de súper héroes y equiparables (que si Linterna Verde, que si Conan, que si el Capitán América)... porque la taquillera va a sacar uñas si lo que está en juego es que se exhiba o no el super-heroico cachamen en la marquesina más estratégica y con mejores vistas de la estación.

22 de junio de 2011

Mi nombre tatuado... en una habitación de hotel

Mira tu nombre tatuado... cantaba Conchita Piquer y yo me he acordado de ella al tatuar las letras de mi acrónimo, Ana, en la habitación 508 de NH City & Tower, mirando los adoquines de San Telmo, el Obelisco, la Plaza de Mayo, escuchando el eco de algún bandoneón lejano, soñando con tanguistas y sorbiendo mate.
Que no es una milonga, ché, que yo tengo mi suite en la calle Bolivar, a dos pasitos de la Casa Rosada, del balcón de Evita.
Suite Ana Bermejillo Ibáñez, como si hubiera merecido algún galardón planetario, o hubiera cometido una heroicidad tal que hubiera entrado en los anales de la historia, como si me hubiera ganado mi sitio en un callejero de pasillos y estancias, en un mapa de vidas, o lo mismo que si hubiera descubierto un archipiélago de Micronesia o un Cabo de Buena Esperanza. (Me siento precolombina, de algún modo, o pizarriana, me siento conquistadora: Territorio Ana)
Yo nunca he estado en Buenos Aires, pero ahí está mi nombre, por encima de la cúspide del Teatro Colón, mi nombre en una placa de mi cuarto, mío porque NH Hoteles me ha dejado 'que me lo pida'.
Y ese cuarto de algún modo es mi refugio, mi ensoñación, mi anhelo, lo mismo que eran 'mi propiedad' mis cuadernos del cole, mis abrigos infantiles -como los marcaba mamá, para que no me liase con los de mis compañeros- o hasta mis primeros novietes cuando garabateaba su nombre en un adoquín del patio del recreo, mío como mis diarios, mis pañuelos y hasta una cuchara que me regaló mi Tía Mary en mi Comunión con mi nombre grabado.
¿No es lo primero que aprendemos a decir, bebés, sólo un segundo después de llamar a mamá y papá? Mío, mío, mío
Pues eso.
Qué queréis la vuestra, vuestra suite, vuestra estancia... facebook tiene la respuesta.
A partir de hoy, uno entra en el perfil de NH Hoteles y escoge su ensueño...
La eliges en un mapita digital y algún personaje, más o menos borgiano, colgará tu nombre en tu puerta, para que todos lo vean.
Si uno tiene suerte, puede ser que se lleve una semana entera, como premio, en su propia suite... ¡Mi Buenos Aires querido!
Ahí queda eso.

Yo, como sea, seguiré tarareando a la Piquer. 
Mira tu nombre tatuado 
en la caricia de mi piel, 
a fuego lento lo he marcado 
y para siempre iré con él. 

3 de mayo de 2011

Por poder cotillear las más guapas en el Metropolitan

A mí, todo lo que sea redcarpeteo y aires de descansillo y despelleje, me encanta (me hace sentir en casa o, más bien, en el portal, entre mis vecinas)

No tengo ni idea de moda (ojalá), pero me divierte horrores despellejar a las bellas bellísimas, atontarme con sus trajes de cola, refunfuñar ante los ataques al Bon-ton y a la estética, detectar algún michelín descuidado y elegir a la más guapa de la fiesta.
Y como, encima, en Nueva York, son todo desmelene y exceso, una se regodea.
No hace falta más que ver la trenza entre caoba y violín de Rihanna.


He seguido el MetBall al hilo de una de las grandísimas plumas del periodismo y de la virtualidad reporteril, Anabel Vázquez y su certero radar, en Vanity Fair.


En un vistazo muy apresurado anoto a mis chicas predilectas

- Diane Kruger, entre el toque walkiria y el aire ninfa que sólo un cuerpo como el suyo se puede permitir, pierna al aire, brillos al pecho y con labios rojos, cada día más preciosa.

-Gwyneth o el allure de la cota de malla bien plantá. La rubia, que tira de plancha últimamente, ha triunfado con su estilismo micro-zen en los últimos grandes eventos (recordad los Oscars)



- Jessica Alba es tan guapérrima que mencionarla sobra.

- Las mangas blancas de Ashley Olsen a mí me gustaron a rabiar.

- Y el azul Klein asimétrico de Eva Mendes era del todo maravilloso.

- Casi tanto como el Vionnet de Leelee Sobieski ¿Quién es esta chica? que ya quisiera yo para un evento que yo me sé ¿me lo podrá prestar? ¿será mi talla?



No me convencieron mucho:

las telas de araña de Christina Ricci (que sin embargo tiene una cara lindísima), ni la slim sotana de Chloé Sevigni, ni tampoco el Vuitton-faja de la Gossip Girl, ni el tocado MataHari de Isabel Lucas, ni, sobre todo, el vestido de Sarah Burton que -seré una paleta- pero a mí me hizo pensar en Mocedades.

Añado una reflexión, quizás malévola. ¿No hacen los vestidos de McQueen un pecho muy raro (mirad el de la Diosa Giselle, incluso el de Salma Hayek, recordad el de Catalina de Cambridge...)?

Y es que el exceso de pectorales (será también cuestión de perspectiva) está out, que se lo digan a Penélope, que le sobran un par de letras en cada copa...

Parecidos razonables:
- El de Elizabeth Banks con Belén Rueda

 Me inquieta el color naranja de Valentino..

2 de mayo de 2011

Un brindis por Catalina de Cambridge



No sé cuántas fotos he mirado y remirado de la boda de Kate y William, ni cuantas tontunas he pensado y dicho sobre el blanco espectacular de Pippa, la calva del príncipe y la cara de cabreo de la pequeña Grace van Cutsem, tan enfurruñada en el balcón del beso, bajo su tiara de flores.

(Anda que si a mí me llega una Pippa cualquiera, tan guapa, tan elegante, tan esbelta... como para dejarme empipada, como para que el mundo cree una nueva línea de merchandising...)

En fin...

Me he embelesado con la joya de vestido de McQueen (se parezca o no al de Belén Esteban o al de Grace Kelly), me he divertido con las "Sweet Williams" del ramo tan sencillo y resultón, me he reído con los labios rojos de la mujer de Clegg y me he embelesado con una tiara de Cartier que ojalá alguien pudiera prestarme.

Y he leído posts y posts y posts (algunos tan fabulosos!)... sobre el bodorrio... y me he sonreído con la boda de cuento que supongo que, al final, alberga cada corazoncito femenino entre sus ensueños ¡qué menos en mis circunstancias!

Y al final, de conclusión, me queda un brindis por Catalina, que parecía tan indiscutiblemente feliz y bella.

Yo no sé si conseguiré estar tan 'stunning' como la Duquesa de Cambridge. Pero habrá que intentarlo.

18 de marzo de 2011

porque el sol ha llegado a mi balcón

Ha sido a las 17.18h
Sólo ha llegado a uno de los tres, al resto les falta un pelín de ángulo.
Pero es una señal inequívoca.
Ya está aquí la Primavera.

15 de marzo de 2011

Porque el periodismo sirve para algo

para abrirnos los ojos a lo que pasa,
para intentar explicarnos lo que ocurre



Y porque hay mujeres periodistas que merecen un aplauso
Ojo al cara a cara de Ahmadineyad con Christiane Amanpour (ABC), esta vez sin velo de por medio

14 de marzo de 2011

por la solidaridad online con Japón

Las noticias que llegan sobre las secuelas del terremoto y el tsunami en Japón son horrorosas. Es alucinante la impotencia humana frente a la tierra que se rompe, el océano que engulle la tierra y se zampa construcciones, vidas, barcos, pueblos enteros, centrales nucleares.

Provoca pánico.



Y, sin embargo, ahí esta el pequeño hombrecito, con su esfuerzo y su tecnología para intentar sobreponerse al desastre.

Por eso, en medio de la tragedia, tan espantosa que cuesta creerla (leo ahora mismo en elpais.es que la última cifra es de más de 4.000 muertos, casi 1.500 heridos, más de 400.000 evacuados), me gusta brindar por todo lo bueno y humano y noble lo que surge inmediatamente para poner un parche, para echar un cable, para hacer lo que se pueda.

Y me fascina pensar en el poder de la tecnología.
Y en los gestos, desde los más humildes, a los más poderosos.

Sé que inmediatamente google puso el viernes sistemas de geolocalización de refugios y también para buscar y localizar desaparecidos. Y que, a través de su Google Crisis Response tiene en marcha un sistema de donaciones en yenes muy efectivo, aquí.

En twitter, los hagstags #japan, #prayforJapan, #Japón han echado humo todo el fin de semana.

Pero rezar no basta y si la Cruz Roja lanzó una campaña a través de Facebook que ya ha recaudado más de 75 millones, si un sms con movistar supone donar 1,20 euros a la Cruz Roja (basta con enviar JAPON al 28077), hay otros que han sido más ingeniosos.

Por ejemplo Lady Gaga. Puede sonar a coña marinera que desde su online store de merchandising venda unas pulseras que por 5$ sirven para ayudar a un pueblo destrozado, pero es cierto y a mí me parece loable.

Por ejemplo, el Ejército de Salvación Japonés. Y es que su camiseta solidaria (a 20 euros, que se prometen íntegros para socorrer a las víctimas) me parece una iniciativa bella y humana.



O plataformas de compras (Groupalia -si donas un euro a Save the Children, ellos lo multiplican por dos-, Groupon), aplicaciones (como las odiosas Farmville y equiparables de facebook), iTunes y empresas de todo tipo (msn) que se han comprometido a donar según los internautas pinchen, gusten o directamente compren en sus sitios web.

He leído en un post súper interesante en Alt1404 que es posible insertar en tu propio blog o web un banner que redirige a organizaciones internacionales de ayuda. Las instrucciones, en esta web.

Si quieres leer otras maneras de ayudar te recomiendo pasarte por TimeOut Tokyo.

Por la combinación perfecta de factores matutinos

- El despertador que suena dos minutos después de que haya abierto los ojos porque ya he dormido lo suficiente y ya tengo ganas de despertarme.

- la casa calentita porque el termostato programado ha cumplido su misión.

- el olor a café recién hecho desde la cocina. (o, en su defecto, el del té Jardin Bleu de Damman Frères)

- la leche en la nevera, el azúcar en su armario, mis galletas preferidas (chiquilín) en su balda de la despensa, taza y cuchara, limpias y en sus puestos.

- el zumo de naranjas, pura vitamina C, como luminoso colofón del desayuno.

- la estratégica tubería de agua caliente bajo las losas del baño que cosquillea mis pies descalzos camino de la ducha.

- el champú siempre lejos de los ojos convenientemente deslegañados.

- el minuto y medio de propina bajo el agua a la temperatura perfecta y con la presión ideal (conato de canturreo y gorgoritos de alegría)


- la toalla templada, seca y mullida al alcance de mi mano.

- el guapo subido frente al espejo.

- la inspiración de pizpireta estilista aguzada frente al armario.

- el olor del agua de rosas que utilizo como tónico.

- Una caricia de Chloe eau de parfum detrás de las orejas.

- Un beso y un par de mimos de despedida, para sobrellevar el lunes.

- el metro perfectamente sincronizado en su llegada con mi descenso al andén (línea 4, dirección Velázquez).

- el encuentro con al menos una buena noticia en la apresurada lectura del periódico antes de empezar a currar.

13 de marzo de 2011

Por Geoffrey Rush

Vale que es Colin Firth el que se ha llevado el Oscar. Vale que se le ve sufrir y sobreponerse a la impotencia de la incomunicación de la manera más convincente. Vale que no lo hace nada mal en la peli tan 'british' sobre la tartamudez de Jorge VI de Inglaterra...



Pero si hay un personaje verdaderamente memorable en "El discurso del Rey" (The King´s Speech. Tom Hooper. Oscar a la Mejor película 2011) es Lionel, Lionel Logue, el logopeda tan poco ortodoxo al que da vida Geoffrey Rush.


Y no voy a contar nada de todas las coñas y órdagos que se marca el australiano en la peli, pero sí diré que no esperaba menos del Capitán Barbossa de Piratas del Caribe, del Leon Trotsky de Frida, del Philip Henslowe de Shakespeare in love (nominado al Oscar como mejor actor secundario por su interpretación del propietario teatral en quiebra).

He leído que el amigo Geoffrey se curtió en las tablas (cuentan que coprotagonizó 'Esperando a Godot' junto a un antiguo compañero de piso, Mel Gibson) y que vivió en París y que ya le dieron un Oscar en 1996 por la interpretación genial de un excéntrico pianista en una peli que debo ver pronto, Shine.

Yo creo que a Rush le gusta hacer el tonto (como en Mistery Men) y que es eso lo que le convierte en tan genuinamente divertido. Y creo que es un actor como la copa de un pino (que lo mismo se zampa una peli de terror -como The House of Haunted Hill- que se pone en la piel del Marqués de Sade, que dobla a un pelícano despistado en "Buscando a Nemo")

Por eso brindo por él y corro a buscar Shine. No me digáis que el trailer no tiene buena pinta.

un brindisino por mis primeras 5.000 visitas

Pues sí. Resulta difícil de creer pero 5.000 veces alguien ha pasado por este blog.
Eso me hace feliz.
gracias, majos.

4 de marzo de 2011

Por cinco baladas que me llenan de morriña

- Queen Love of my live, de Freddy Mercury, pero cantada a capella, en una noche de apagón y lluvia en Oussouye (Cassamance), entre caracoles gigantes y el arrullo de las linternas de dinamo, por un amigo senegalés de voz inverosímil y timidez mayúscula.

- Little Boy in Corduroy, de Donovan (aunque no sé si es una balada, decidme vosotros) que me recuerda el camino desde la 63th West hasta la parada de metro de la línea amarilla de la 57th, en Manhattan, y que resume, de alguna manera, uno de los periodos más bonitos de mi vida.



- Te doy una canción, de Silvio Rodríguez, que me trae a la memoria un verano de lo más despistado y divertido, días de sol desde un colchón en un balcón de la calle Argumosa, noches de jarana y más jarana, amigos y una maravillosa sensación de que el verano aquel no iba a terminar nunca.

- Mon dieu, de Edith Piaf. Porque cuando estoy triste, triste, triste, siempre me acuerdo de esta  canción de que escuché por primera vez en clase de francés. Para mí, sintetiza el abismo de cualquier pérdida y el desconsuelo y el ser incapaz de asimilar un batacazo, de una manera tremenda. (En los momentos de más tristeza a veces también me acuerdo de Los Heraldos Negros de César Vallejo)

- Via, via, de Paolo Conte, que esconde entre el albornoz azul el secreto de por qué me enamoré tan absolutamente de la persona de quien sigo enamorada. It´s wonderful, it´s wonderful it´s wonderful good bye my baby... It´s wonderful it´s wonderful, it´s wonderful, i´ll dream of you... chips, chips, dubidubiduuu

28 de febrero de 2011

Por la alfombra de los Oscars

Twitter es guay.
Twitter y twitteros/bloguistas como Anabel Vázquez (ahora en Vanity Fair), Ariadna de Fashionisima, Patchgirl o Cameron de Devil Wears Zara.
Yo anoche duré lo que pude (no mucho) pero, tras sesuda reflexión mi veredicto oscaril es el que sigue:

Alucinamente bellas en los Oscars: Gwyneth Paltrow,


Cate Blanchet, Camilla Alves y, sip, Sandra Bullock.

La dulzura de Michelle Williams y su Chanel y su corte rubio a lo garçon, es un caso aparte.

Se endosaron vestidos rayanos con la horripilancia: Nicole Kidman (cansada de colocarse su indomable flequillo), Marisa Tomei, Scarlet Johanson y Amy Adams (y bien que lo siento, porque la chica de Encantada me cae fenomenal, pero desde mis días de colegio de monja no soporto ver un collar de brillitos superpuesto a un jersey o vestido de cuello cisne. es una fobia)



Tampoco el D&G de Scarlet Johanson ni su melena de recién salida de la cama me convencieron lo más mínimo.

Empachó la sobredosis de tutús y el exceso de guiños bailarines al Cisne Negro (especie de contagiosa gripe aviar)

Se pasaron: Sharon Stone (por exceso de tupé: decía una bloguista que se transmutó en Cruella de Vil...) y Penélope Cruz (por ostentación de delantera)




Hubo gente en quien nunca me había fijado antes y anoche me pareció ultra molona: particularmente, Florence Welch. Pero también Melisa Leo y Jennifer Lawrence.



Y nos alegraron la noche, porque iban guapos a rabiar: Colin Firth (gracias Tom Ford!), Mark Ruffalo, James Franco (siempre) y, más que ninguno, Kirk Douglas a sus 94 años







Los oscars 'consortes' más guapos fueron Livia Giuggiolli (afortunada Sra de Firth) y Benjamin Millepied (cada día con más cara de francés)


Lo podéis ver clarísimamente aquí y aquí

21 de febrero de 2011

Por Glee

Es por la Avant Garde BT medium de los títulos de crédito (con las dos "es" abrazadas por su trazo horizontal), por la voz, bastante alucinante en algunos casos, de todos los perdedores irredentos que participan en este anti High School Musical de la Fox, es por Emma -la pelirroja obsesivo compulsiva perdidamente enamorada del  profe guaperas del insti- y por las muecas de Queen Fabrey -la ex campitana de animadoras embarazada.

Es por la sarta de tontunas que componen los guiones (parangonable en hallazgos argumentales a lo mejor de Juno), por lo surrealista y absurdo de todos y cada uno de los personajes... por mezclar Aretha Franklin con el punk de Billy Idol,



Queen con Rihanna



"Cabaret" con "My first Lady"



Es por el director del centro, ex azafato de unas líneas aéreas indias de tercera, por la columna del noticiario local de la inmisericorde entrenadora de cheerleaders acrobáticas, por el entrenador de fútbol cherokee o el tío bueno de la cresta y, sobre todo, porque esta nueva serie a la que me he hecho adicta me recuerda cuánto me gustaría arrancarme con una balada en mi próxima reunión con mis clientes.

Igual podría ser ésta



O ésta. Es importante parecer optimista en el curro (o igual se os ocurren otras)

16 de febrero de 2011

por Santi Santamaría


Yo lo conocí por suerte: le pasa a mi trabajo que te pone a menudo en contacto con gente absolutamente fabulosa.

Cerraba unos talleres de cocina 'ecoculinaria' en ese hotel tan kitsch y tan respingón que es Hesperia Madrid y reflexionaba con veneración de enamorado sobre los aromas y los gozos de la trufa. Me acuerdo de que un periodista -que al final es un dandy y otra persona fantástica- le volvió loco. Y él mimaba cada ángulo de la cámara, cada detalle de su maravillosa cocina de sartenes de bronce en esa cueva de los tesoros que es Santceloni, recuerdo que analizaba cada perfil, para que no hubiera algo chirriante, y saboreaba cada palabra que repetía con paciencia de estoico y con mirada de sabio.

Paraba un segundo a preguntarle al friegaplatos por su familia en Guinea y se sabía su nombre y que tenía mujer y una hija y se reía el equipo de cocina con él y desde el más pintado al más gruñón en la cocina, ponía cara de empollón como ante una especie de papá bondadoso.

Le volví a ver arrimado a las preciosas langostas y cigalas de Pescaderías Coruñesas, filosofando sobre la piel del pescado, sobre el paladeo de las escamas y sobre los tesoros de su patria chica. Tuve la fortuna enorme de que, junto a un grupo de periodistas y abuelitos intrépidos nos hiciera de Cicerone por los laberintos de Mercamadrid cuando alboreaba un sábado de otoño y le recuerdo abrazado a un melón y mirando con arrobo un calamar e hinchando los pulmones ante los fragantes cajones de ciruelas. Y luego me acuerdo de él hablando sobre su perplejidad frente a los enormes casinos de Singapur o al constatar las costumbres de sus clientes en Dubai, todo a la vera de los callos a la madrileña más madrugadores y más ricos que he comido nunca.

A mí me da una pena enorme que se haya muerto Santi Santamaría, y no porque siempre me guiñase un ojo (como hacía con todo el mundo a quien sonreía), sino porque lo vi acariciar un hígado de pato con deleite, y le escuché divagar, con un cariño transparente e infinito de las mariposas que cazaba de pequeño y se notaba que era feliz al reírse sobre cómo aprendió a cocinar fisgando entre los fogones de su madre y porque a menudo tenía esa mirada tan melancólica en las fotos, y por su acento de mar de la Costa Brava y porque le escuché contar a un periodista lo que le apasionaba dibujar sus propios menús y referirse con amor inusitado a su mujer. Y me da una pena terrible porque una vez me dijo que la comida siempre está más rica si la adereza el cariño y porque en sus ojos se notaba que veía la vida con mentalidad de tragón irrefrenable.

A Santi, que seguro que tiene revolucionados ya a todos los ángeles pinches del cielo de los cocineros, le dedico este brindis tan triste que me gustaría que tuviera el regusto del foie-gras del Ampurdán, de las almejas a la marinera, las lentejas tempraneras y los tomates recién cortados.

15 de febrero de 2011

Por la 'tarte aux pommes à la Marianne'

He pasado el fin de semana alargado y maravilloso en París, en casa de dos amigos favoritos.
Además de disfrutar de las tienditas de Le Marais, de los macarons de Violeta y Limón de Paul y de una pastelería muy chic cuyo nombre no recuerdo, además de alucinar con el carrusel entomológico y la cinta transportadora de humanos del 104, además de pasar ratos fabulosos con amigos de hace mucho y amigos nuevos (como Giacomo y Amelie) y además de regodearme en el refugio del Louvre el sábado por la mañana, además... he aprendido a hacer una tarta impresionante.
Ésta.


Es importante mezclar la masa con las manos frías: dos partes de harina y una de mantequilla cortada a pedacitos pequeños cuidando de que no se deshaga, amasado muy rápido (que se mantengan los trocitos de mantequilla) con un vaso de agua fría y un poco de sal. Luego, mientras la masa descansa en la nevera se cortan finitos los gajos de manzana, un millón de gajos, cuantos más mejor, todos los que quepan en el molde (comprado hoy mismo en ferreterías Venecia)

Luego la masa se afina con el rodillo, se coloca en el molde, que sobresalga un poquito por los bordes y se rellena con la manzana cortada, 15 minutos en el horno.

En el ínterim se baten dos huevos, se mezclan con el azúcar que le guste a uno y un poco de canela (si se quiere) y un chorreón de nata.

Y luego al horno de nuevo con la masa, las manzanas cortadas y el huevo, hasta que las yemas estén hechas y doradas y ¡voilá! La tarte aux pommes está lista para superar la morriña de las tardes a la vera de Pigalle y la plaza de Abesses donde está escrito "te quiero" en todas las lenguas del mundo.

9 de febrero de 2011

Por las cosas más ricas que he comido (cap 1)

1) la sopa de ajo que, lo juro, me acuerdo, preparaba mi abuelo Joaquín para que compartiéramos (y mi abuelo era muy exquisito a la hora de decidir con quién compartía sus tesoros culinarios)

2) los pimientos asados que algunas veces todavía prepara mi padre (y que hacen que toda la casa huela a gloria)

3) El cordero asado de cada Nochebuena de mi abuela Auri.

4) La tarta de queso que mi hermana Carola me regaló por mi 32 cumpleaños (golosinería pura y trillones de calorías en cada cucharada)

5) El plato de Thiebou-djen que compartimos en un garito de Dakar.

6) Cualquiera de los millones de sabores de helado que uno encuentra en Santini (Cascais).

7) El tiramisú más rico del mundo que comí en Venecia.

8) Los spaguetti allo scoglio del bareto de la curva de San Vitto (Abbruzzo), un reducto escapado de una peli de Vittorio de Sicca.

9) La pizza del chiringuito playero de Vieste (Puggia): pizza con vistas a las olas de una cala maravillosa...

10) Cualquier plato de la carta de aquel restaurantito etíope que descubrimos hace tanto en el Upper East Side, a la altura de la 86th ¡cuántos recuerdos!

11) La hamburguesas de McHales (que ya no existe), los sandwitches de Katz´s Deli, el bagel con whitefishsalad y la tarta de trufa de Zabar´s.

12) El bocata de calamares de la Plaza Mayor

13) Por los creppes que algún domingo preparaban para el desayuno Marianne y Jeremie.

7 de febrero de 2011

Por los lugares más bellos en que he estado (cap 1)

- Puente de Brooklyn. (Nueva York) Junio de 2004. 6am. ¿o eran las 5? ¿o eran las 7? Amanecía. Nunca he estado más cerca de creerme en una película.
- Gallinero del Sferisterio de Macerata (Le Marche. It). agosto de 2007. Durante la representación de Macbeth ¿de Verdi?
- Piazza de San Marcos de Venezia, con mi hermana Carola, en verano de 2005. Del mismo viaje podría hablar de las escalinatas de la Santa Croce, del tren hasta Santa Lucía, del Ponte de Rialto, entre tiramisú y vaporeto o de los tenderetes de colgantes de cristal de murano.
- Caminos de tierra de Père Lachaise (París), a principios de otoño de 2005, entre hojas caídas en el suelo, pensando en que todo quedaba por delante.
- Isla de Karabane (Baja Cassamance. Senegal). septiembre de 2010. sobre las 4 de la madrugada. Entre las olas de la orilla. Brillaba el plancton y se olía la sombra de los delfines. ¡Qué viaje tan alucinante!


- Filmoteca Española, Cine Doré (aquí en Madrid). Cada una de las veces (tantas veces) que me he enamorado en ella.
- Barrio Alto, Lisboa, por las calles de piedra cubiertas de flores de lila recién caídas de los árboles.
- Muralla blanca y azul contra las olas de Asiláh (Marruecos) durante una escapada de Semana Santa fabulosa. Marruecos me pareció entonces un país tan bello, tan cercano, tan risueño...
- Cala de San Pedro, Cabo de Gata, Almería. Al mediodía de un puente de mayo. Felicidad en carne viva.
- Costiera Amalfitana (Sur de Italia), entre los acantilados de limoneros y buganvillas, mirando al Tirreno al caer el sol.

1 de febrero de 2011

Por cada una de las canciones elegidas para los títulos de crédito

de la primera temporada de Mad Men.
(vayan en este post las 6 primeras)

1) Desde el inconmensurable Vic Damone (oh, the towering feeling, just to know somehow you´re near...) que lo bordó en el inolvidable musical sobre pigmalión...



2) O los anacrónicos -además de suecos- The Cardigans (me gusta su tintineo inicial rollo Velvet Underground!... there´s something to remember, and something to forget...)



3) O ese pedazo de Bobby Vinton con su P.S. I love you (no sé si me gustan más sus coros o toda su disertación meteorológica en las cartas de amor...)



4) Pasando por la maravillosa Ella Fitzgerald con su deliciosa loa neoyorquina (It´s very fancy Delancey street, you know... cuánta morriña de Manhattan, quién pudiera tener un apartamentito en la Gran Manzana, igual que en la canción)



6) Para cerrar, por esta noche, con la triste "Babylon", de don McLean desde el Lower East Side (después de un capítulo quinto de final instrumental) ¡cuánto me gusta Mad Men!

26 de enero de 2011

Por la lista de amantes de Don Drapper

Si hay una serie que me fascina últimamente (y yo soy muy de series), si hay un estilismo, un diseño de vestuario, un argumento que me tiene anclada durante horas y horas, de 72 en 72 minutos, delante del portátil y de seriesyonquis, ésa es Mad Men.

Y si hay un personaje que me cae gordo en Mad Men, y mira que los personajes de Mad Men son de múltiples aristas y pocas simpatías, ése es Don Drapper (el carygrantiano y buenorro Jon Hamm)

Sucede todo lo contrario con su fascinante y muy nutrida lista de amantes (conocidas. Don seguro que tiene alguna más oculta a los televidentes). A cuarta temporada, y como ejercicio exorcizador de la morriña que me produce esperar a la quinta, haré un repaso por estas féminas mientras brindo por ellas.


1) La bohemia liberada y porrera de la primera temporada, sarcástica ilustradora e hijastra intelectual de Dorothy Parker, telecida, melómana, ninfómana y amante de los garitos del Lower East Side (y sus barbudos intérpretes); bellísima Midge Daniels (Rosemary DeWitt) con su perfil un poco a lo Meryl Streep... Sabemos con certeza, porque Midge es así y además estaba coladísima por otro sin saberlo, que Don no le partió el corazón. Quizás en algún momento de su futuro no televisado cantó por él al ritmo de un ukelele nostálgico.

2) la astuta y seria judía, la mujer con los pantalones puestos en cada reunión, la ambiciosa propietaria de los grandes almacenes, Rachel Menken (Maggie Siff),

3) la mujer del cómico, la madurita manipuladora (y realmente, la que estuvo a punto de hacer zozobrar la paz drapperiana)

4) la bronceada Lolita californiana (guiño nouvelle vague a Bonjour tristesse)


6) la cándida y ruborosa profesora infantil, Miss Farnell (adoración de Sally, corredora nocturna, remedo deslucido de Natalie Wood)

Y, entre medias, la esbelta y rubicunda azafata, la secretaria, la vecina enfermera

25 de enero de 2011

por el paladar de August Strindberg


Si hay un restaurante que me chifla de Madrid: si hay un espacio blanco que me seduce, con sus techos enmarcados con yesería en color vainilla, sus ventanales de madera y con su perpetua exposición de fotos de nubosa orilla en blanco y negro, ése es el luminoso semisótano de Collage (en el barrio de Chamberí, a dos pasos de la glorieta de Bilbao).

Lo conozco desde hace muchos años, de cuando algún viernes a la hora de comer me escapaba a regalarme un buen plato de carne de reno a modo de menú del día. Atendía las mesas el mismo pulcro camarero de porte regio, rizos engominados e impecable uniforme negro, un hombre sereno de previsibles y tremebundas pasiones ocultas, como si se acabase de escapar de un rodaje de Ingmar Bergman, un tipo guapo y apuesto con cara de profesor de literatura comparada o de asesino en serie.

El viernes pasado volví a cenar a mi sueco favorito (en rigor, tampoco conozco otro porque en Olsen no he estado nunca). Era el cumpleaños de una persona muy importante que se merece todos los brindis del mundo.

Empezamos con un lingotazo de vodka y unas rodajitas de caviar (Gorbachov llaman jocosamente al chupito de marras) y paladeamos con cautela, como a sorbitos, alargando la noche adrede, el aperitivo de reno y el delicioso salmón marinado con mostaza mientras dábamos buena cuenta de un vino rosado que quisimos portugués (Mateus) por eso de darle a Suecia un toque más cálido. La eficaz camarera subdos nos preguntaba si queríamos más vino y nosotros, que sí, que había que protegerse frente al frío de la noche sueca.

El salmón con mermelada de tomate y queso de cabrales estaba espectacular(es una Suecia poco ortodoxa y sin embargo deliciosa, ésta). El Magret de pato, también muy rico, muy moroso, muy agradable de comer entre las carcajadas de una mesa redonda y enorme plagada de guiris risueños y las confidencias de una pareja en los 50, nuestros vecinos, que no paraba de hacerse carantoñas.

Y de postre llegó el plato estrella, porque el appelstrudel con helado de vainilla de Collage es cosa fina, fina, fina.

Strindberg, con su proverbial liviandad de ánimo, aseguraba -cenizo él- que la felicidad se consume a sí misma, que es imposible que dure para siempre, que, indefectiblemente, se agota y que el hecho de saberlo, el presentimiento de su finitud, de su necesidad de resquebrajamiento, destruye la felicidad, siempre, en su misma cima.

Pues se equivocaba Strindberg. Hay ratos que la felicidad dura para siempre.

22 de enero de 2011

Por la tele de tubo catódico del bar frente al puti

vaya por delante una aclaración: no tengo constancia empírica e irrefutable de que Topaz sea, como dejo caer en el título de este post, un lupanar. La estética, desde luego, la comparte, pero quizás no sea, después de todo, una casa de lenocinio...

Lo que me consta es que, frente a su puerta de terciopelo burdeos hay un bar de abuelos que ahora regentan un chino encantador y su sonriente familia (hablaré otro día sobre David, una gozada de chavalín de unos dos años). A mí me gusta bajar a veces a cenar sándwitch mixto con tomate y cocacola light y explicarle, cada vez, al chino tras la barra, qué es un sándwitch mixto enriquecido con rodajas de tomate.

Mi dieta para cenas, en todo caso, no es el objeto de esta diatriba. Es la tele.

En una de las esquinas del bar en cuestión, sobre una apartada balda solitaria, en las alturas de una de las ornadas esquinas del garito, descansa, apagada, una tele de tubo catódico de, diría, 28 pulgadas. Está sola, apartada y parece que mira con resentimiento la flamante pantalla plana nueva que, sobre la puerta del local, en una balda privilegiada, centro de todas las miradas presume de sus -no tengo que aventurar ahora porque conserva la pegatina de recién estrenada- 40 finísimas pulgadas.

El Atlético de Madrid - Osasuna alborota el tugurio atiborrado de viejecitos del barrio y yo me paro a dedicarle un brindis a la tele abandonada, que en su banquillo, espera y maquina, lo sé, la derrota, la avería futura, de su nueva, esbelta y rimbombante sucesora esquelética.

Fin del brindis: Si no habéis leído "Bar Sport" de Stefano Benni, os lo recomiendo mucho.

11 de enero de 2011

Por los donuts

... pero no los bombón, que están tan ricos que pueden alegrar cualquier mañana.
Ni por los fondant, que están todavía mejor.
Tampoco por los del Dunkin, tentación hace mucho mucho tiempo eliminada por completo de mi dieta.
Ni siquiera por los de azúcar, apuesta segura, golosinería hecha bollo con agujero.

No, un brindis por mi nuevo Donut de Claire's, artilugio capilar apañado donde los haya con el que yo (a quien las puntas de mi última capa raquítica llegan apenas a rozar la clavícula si no estiro mucho el cuello), yo, decía, me siento cual Audrey Hepburn, cual Betty Drapper a la romana.



(grandísima escena Martini con Betty perpetrando un chirriante italiano con acento yanqui. Un día, pronto, dedicaré varios brindis a mis personajes y momentos predilectos de esta grandísima serie)

Mi donut, en potencia, antes de enredarse en mi blanda melena, luce así. Si no lo tenéis aún, hacéis mal.

10 de enero de 2011

Por una ausencia bacalaera

Este brindisino va por un vacío, por un hueco, por una falta.
Va por la nostalgia de su esbelta figura en la balda correspondiente de la nevera del súper
Por la añoranza de una hilera de pequeños paquetes sobre un melancólico precio desierto.
Porque hoy me apetecía horrores hacerme con uno de mis productos favoritos de la sección de "pescados envasados" y comerme para cenar una tosta deliciosa de tomatito, rúcula y pasta de bacalao Royal, delicia de las delicias.
Estaba la rúcula (rareza en mi Día), estaba el kumato (rey de los tomates en su pasillo verdulero) pero faltaba mi crema de bacalao.
"Mañana será otro día" me he dicho a mí misma cual Escarlata O'Hara camino de las cajas.
Mañana, sin duda, volveré a por mi bacalao delicioso.

9 de enero de 2011

Pour les mademoiselles de Dijon

Cuando yo era joven (hará 7 u 8 años, no sé, quizás 6) tenía unos pantalones amarillos que me gustaban un montón. Eran de verano y me los ponía siempre con una camiseta negra que me daba un toque de abeja maya que, a mí, me parecía de lo más molón.

Me pasaba lo mismo con mis medias Calzedonia en este color, que con un total look negro me parecía que quedaban estupendas y me las ponía sin parar (de eso hará dos o tres temporadas)

El invierno pasado, en la banca del rastro, me compré un traje de chaqueta (3 euros ambas piezas) en amarillo oscuro y aunque la chaqueta pereció, sin usar, en la última mudanza (eran muchas hombreras sus hombreras...) la minifalda mostaza me la he puesto un montón de veces, casi siempre con un jersey negro. Me parecía que me quedaba setentero y que daba mucha alegría en estos días de lluvia que nos regala el pérfido mes de enero.

Resulta que este año el mostaza es lo más.

Palabrita de streetstyler.



De blogger


Y de trendsetter


De Jovovich a Ashley Oslen...


Yo tengo fichadas algunas cosas. A ver si en las rebajas, cae algún souvenir de Dijon...