11 de octubre de 2011

Por Eric

El el Día de debajo de mi casa -y con este inicio sabéis que voy a hablar de uno de mis temas en absoluto favoritos y que el tema bien justifica mi regreso a este blog- en mi Día, decía, alguien ha decidido incluir una portentosa innovación, y no es broma.
En un encendido canto a la igualdad de oportunidades, ha aparecido Eric, el nuevo cajero. Y vale que no es 'el hombre Cocacolalight' del anuncio de los 80, pero Eric bien se merece un brindis.
Que no, que no está cachas. Si Hannah Barbera hubiera tenido algún modelo humano a la hora de dibujar al impertérrito compañero de Scoobie Doo, ése hubiera sido Eric. Apolíneo, enjuto y larguirucho, con una pose que yo denominaría como junquiforme (permítase el neologismo) Eric -que no se llama Eric pero no sé cómo se llama- presume de un fabuloso peinado juglaresco y una inverosímil tonalidad naranja en su muy poblada cabellera. Descolgado en su bata roja, con su aire despistado, Eric sonríe siempre, de continuo y se entretiene sin pudor con las abuelitas mañaneras que bajan a la compra acompañadas de sus nietos huidos de la guardería (ahora he cambiado de trabajo y puedo permitirme otras observaciones). Eric se pone a jugar con ellos y los kinder sorpresa de al lado de la caja y se queda tan pancho. Son los pequeños placeres de poder hacer la compra a la hora 'cocacola light', las 11.30 de la mañana.
Soy del todo incapaz de calcular la edad del nuevo 'chico Día', menos de 30 diría en un vistazo... pero pudiera ser que Eric, con su porte de hijosdalgo y su mirada quijotesca, estuviera más entrado en años que en carnes.
Y luego está su voz, una maravillosa voz asincopada y bronca que de nuevo recuerda los dibujos animados estadounidenses.
No, no está mazas; no, no es un buenorro que alegre la vista a las abuelillas... pero supone una fascinante novedad en el vecindario.
Por lo demás, ha venido con una nueva compañera, y es que la vigorosa y dicharachera cajera de enfrente también se incorpora a la plantilla desde hace nada. Otro día os cuento cómo es ella porque, de momento, tampoco sé su nombre. Sólo doy fe de una cosa: sus pendientes son los más desorbitados, coloridos y rotundos, no digo del edificio, sino del barrio entero.
Brindo también por ellos.

1 comentario:

  1. Y yo brindo porque nuevamente dejas caernos tus dicharacheras impresiones. Un saludo.

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