8 de octubre de 2010

Un brindis por los viernes

- Porque empieza la vida verdadera, sin jefes, sin outlook, sin conferences call internacionales, sin listas de "tudús" (vocablo que suena a ancestrales maleficios africanos) ni odiosas hojas de excel para fiscalizar el tiempo.

- Porque se ve a la gente más contenta en el metro, más contenta en el bus, más contenta cuando acelera el paso para cruzar el semáforo. E incluso se atisban grupúsculos de extremos afortunados que se van a currar con la maleta puesta...

- Porque uno puede adelantar el despertador un poco y regodearse en la cafetería, ante el cruasán a la plancha y el café con leche, con ensoñaciones de fines de semana al hilo de On Madrid, Madrid 360 y de Metrópoli.

- Porque, entre llamada y llamada, reunión y reunión, uno se evade pensando en la siesta de luego, en qué ponerse para la fiesta de por la noche, en si dará tiempo a un paseo en bicicleta por el retiro o tendrá que ser ya el sábado por la mañana (sábado matutino: momento merecedor de brindis inacabables)

- Porque, entre la siesta, la bici y la hora y media de poses delante del espejo (sombra aquí, sombra allá), uno puede acercarse, en una carrera, a ver la apenas inaugurada exposición Made in USA, en la sala Recoletos de Mapfre.

- Un brindis por el viernes, que es meta y es promesa, horizonte, consuelo, descanso.

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