15 de diciembre de 2010

Por María, la cajera del Día

Hablé de ella hace unos cuantos post.
Pero ya no es la misma.
Para empezar se ha cambiado el peinado. Ahora lleva una trenza lateral, despeinada a lo Diane Kruger.
Así:



Se ha soltado las horquillas del flequillo y juraría que hasta ha puesto una gota de rímel en las pestañas. No quiero exagerar, pero aventuraría que tal vez, tal vez, se vislumbra un síesnoes de blush en las mejillas.

María ya no pregunta por la tarjeta del Día antes de empezar a trasegar con yogures y manzanas en oferta -pasa olímpicamente de la tarjeta y de si te olvidas de ella-. Y si la cola de atribulados compradores de última hora sobrepasa los estantes de los kiwis, no se pone nerviosa, ni toca su campanita. Continúa concienzuda y sonriente sin perder un ápice de aplomo.

Sobre la muy horrenda bata roja de dependienta se ha colgado un collar nuevo.

Quizás es la cercanía de la Navidad... quizás María ha empezado sus clases de japonés, se ha apuntado a un intensivo de danza del vientre, se ha inscrito a un club de bondage o se le ha mudado al barrio el doble de Jon Kortajanera. Quizás sólo se ha echado novio, quizás entre los atribulados compradores de última hora, quizás no.

Pero es la primera tarde que veo a María sonreír con ganas, así que un brindis por ella.

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