Me fié, me picó la curiosidad y, en la tarde amarilla de lluvia y desasosiego, para huir del otoño, me he dejado ocho euros en ver Bon Appètit (16 en realidad, he liado a Mirko para que me acompañase).
Tiene razón Anabel, las películas gastronómicas -las que yo he visto- tienen una atmósfera hedonista y glotona que despierta la gula. Son bellas. Y no voy a decir que ésta no lo sea en parte, con su aire remoto a "El Apartamento", con su dulzona banda sonora, con su bellísimo italiano en el reparto -Giulio Berruti, sin duda lo mejor de la película- y con su historia de amistad y deseos encontrados. Pero se queda a medias. Suena un poco a falsete y gafapasta. No se la termina de creer uno o, lo que es peor, no le importa.
Mi opinión de la película, en todo caso, es lo de menos.
Lo que cuenta es el cine, la sala al refugio del frío y la lluvia, en penumbra, el olor a palomitas del bar, la luz que se va consumiendo al empezar los trailers (y he querido ver todas y cada una de las cintas anunciadas, de "Amador" a "Tamara Drewe", pasando por "También la lluvia).
Lo que ha dado sentido a mi tarde de domingo es regodearme en espera de lo que el director quisiera contarme, repantingarme en la butaca calentita, permanecer hipnotizada ante el caudal de vida desde la pantalla. He recordado tardes de cine memorables, desde el día en que mis padres me llevaron a ver "Enrique y Ana", hasta la noche en que descubrí que "Siempre quedaba París para los enamorados", desde aquella tertulia tan agradable al hilo de "La vida de los otros" hasta la euforia post "Death Proof" o "Malditos bastardos"
Hacía una vida que no iba al cine. Siempre falta tiempo. Un error.
Si de lo que se trataba hoy, en realidad, era de hacerle un quiebro a la morriña del domingo, lo he conseguido totalmente. Y la peli es responsable. El cine, así que brindo por ellos.
Elliot no tenía ni idea. No existe mes que equipare en crueldad al pérfido noviembre. Yo pienso tomar, cual antídoto, una buena dosis de tardes cinéfilas.
Ay, cómo eres..Y qué bien escribes.
ResponderEliminarBesos y gracias
Anabel
ojalá aprenda un día a hacer huevos con tallarines y caramelos de menta...
ResponderEliminarGrande, Justina. Qué buen descubrimiento. ¿Por qué no te has destapado antes, mujé?
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