De primeras lo odié, con ese odio beligerante y respondón que augura sólo el ineluctable enamoramiento. La luz me parecía mortecina; el desorden, totalmente disuasorio; los dependientes, tristes, malgreñados; la marabunta de compradoras, intimidante.
Lo conocí en la esquina de Gran Vía, descomunal, caótico, agotador... Me dio pereza y, casi, miedo. Lefties, en mi primera impresión, me pareció un horror. Mejor el Sepu. Mejor H&M. Mejor ahorrar para dejarse caer, una tarde de rebajas por Bimba y Lola. Mejor, la abstemia compradora.
Al arrullo del mileurismo contumaz y en mis paseos de vuelta a casa (entonces vivía en Lavapiés) me fui reconciliando con Lefties, esta vez a la vera de la Puerta del Sol, junto al Zara más feo de todos los Zaras que conozco (el de calle Carretas). Que querías unas bailarinas tintineantes por 10 euros, rebuscabas, rebuscabas, y allí estaban. Que te quemaban 2 euros en el bolsillo... una camiseta, un pañuelo, unos pendientes resultones te estaban esperando. (oh, bendita sección de taras, ¡cuántos hallazgos!) Que, pasado el día 15, se te metía entre ceja y ceja que necesitabas un jersey. Voilá. San Amancio de los pobres, tenía la respuesta.
En mi nueva ubicación, a salvo de tentaciones que, en mi humilde opinión, está cada día más sobrevaloradas (75 euros un vestidín de gasa en Zara ¡overrated! 80 pavos una rebeca en Mango. ¿what? 49 euros una blusa -muy bonita- en H&M. ¡vade retro!...) tengo sólo un Lefties y un par de tiendas de chinos como válvulas de evasión en las tardes de ineludibles pulsiones compradoras. Y entre Lefties y las tiendas de chinos... el Lefties lo tengo más explorado.
Y lo adoro. Lo adoro porque me encuentro a las vecinas (desde las adolescentes entontolinadas a las abuelas modernas, de las inmigrantes latinas a las europeas del Este) Lo adoro porque siempre hay algún tesoro oculto en algún sitio. Lo adoro porque no hay lugar más barato donde encontrar un regalo. Lo adoro porque su ropa, bien disimulada, hace de básico tan duradero -o más- que los de otras tiendas para la plebe. Lo adoro porque, desde 4 euros (desde 8 ha sido hoy), te chutas un analgésico consumista que te alivia los sobresfuerzos laborales, las horas extra, las carreras interminables... y que te da más ganas de currarte el estilismo de sábado noche.
me ha gustado mucho
ResponderEliminarmil besos
http://elblogdebarbaracrespo.blogspot.com/
muchísimas gracias, Bárbara. Tu blog sí que es bonito y estás guapísima de Sister Jane... bueno, como siempre.
ResponderEliminarLo que me río leyendo tus posts!
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